Estamos a 25 de agosto, viernes, y llega EMI porque no me siento bien. Carlos, un vecino que estudia medicina me toma la presión y la encuentra alta: 220 – 110, creo. Empezó a bajarla mientras llegaba la ambulancia para llevarme a urgencias. Cuando llegamos me aplicaron un medicamento y yo les dije que me llevaran a medicina legal según me había indicado la fiscal Gloria Elena Osorio…
Vuelvo a saber de mí en el psiquiátrico Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Allí mi hija me preguntó si me quedaba para ella firmar y yo, no muy consciente, le dije que sí. Más tarde empecé a sentir un fuerte dolor en la mandíbula así que me acerqué a enfermería para pedir un analgésico. Me desmayé, del dolor, sobre el escritorio. Sin embargo alcancé a escuchar que un médico (de nombre Armando Tamayo, supe después) dijo “déjela caer”.
Cuando me incorporé lo seguí hasta su consultorio. Al llegar me tiró la puerta en la cara diciéndome: ¡aquí no entra! y yo, muy angustiada, le tiré a los pies un poco de agua que llevaba en un vaso. El salió furioso y yo le pedí que me perdonara. Me mandó a atar a una cama de hierro colocándome los pies y las manos abiertas a lado y lado de la cama con un candado en cada una de las extremidades, cerrando una puerta primero y otra después. Yo les decía que tenía que orinar y me decían que lo hiciera en la cama pero yo no podía. Así permanecí más o menos de 11 a 12 horas.
Luego me desamarraron y volvieron a hacerlo atándome una mano.