Durante muchos años en las instituciones educativas venimos desarrollando nuestra labor sin un consciente análisis de la realidad y sin controlar la calidad de los egresados que estamos aportando a la sociedad ni el trabajo que realizamos en su interior.
La escuela debe entrar a responder por su accionar frente a los resultados obtenidos. La mayoría de los adultos que hemos pasado por una institución escolar podemos dar fe de la incidencia de la misma en nuestra formación.
Los medios de comunicación y el entorno en que crecen nuestros jóvenes, los vienen condicionando de tal manera que la escuela se queda corta para contrarrestar su influencia, no sólo por la falta de recursos físicos y humanos, sino por sus métodos de aprendizaje.
Los educadores tenemos una formación muy diferente a la de los jóvenes, y es por ello por lo que los intereses vienen chocando a tal punto que se nos sale de las manos el manejo de la problemática.
Se impone un diálogo franco, abierto y comprometido entre padres, educadores y estudiantes para bajar los altos niveles de estrés. Cada sector intenta defenderse por su lado en una época en que las condiciones exigen aunar esfuerzos para enfrentar la actual crisis social.
Padres y educadores nos encontramos sumidos en un estado de desconcierto y de miedo frente a la realidad de la juventud y ésta ha encaminado su rebeldía con acciones que nos están destruyendo.
Si observamos con proyección a unos diez o quince años, la sociedad estará en manos de nuestros jóvenes. ¿Qué perspectiva auguramos? La riqueza de un pueblo más que en los recursos está en su gente. Si queremos conocer un pueblo preguntemos: ¿qué valores ostenta su población?
Esta época la podemos denominar la del miedo. Tenemos miedo a perder: la vida, la salud, la estabilidad laboral, los hijos, los bienes, el prestigio, los amigos, un año escolar, la esposa, el esposo, el compañero, los familiares, el espacio, el poder, la autoridad, las creencias…. Tenemos miedo a perder los miedos.
Tememos no poder conseguir el diario sustento, seguir controlando a los hijos y a los alumnos, defendernos de la inseguridad y de la violencia, sacar adelante los hijos, mantener las condiciones existentes, mantener un puesto estable, mantener una imagen, conservar la salud, tener una seguridad para la vejez….
Hemos renunciado a la posibilidad de perder el miedo y poder VIVIR.
El miedo no solamente se ha apoderado de las personas de medianos recursos económicos y poder político sino de los acaudalados y poderosos políticamente toda vez que por ingentes esfuerzos que realicen, aumenta su miedo.
Ya no le tememos a las fuerzas de la naturaleza, como en los primeros tiempos porque hemos logrado, hasta el momento, contrarrestarlas en buena medida. Le tenemos miedo a nuestros congéneres.
Nos encontramos enfrascados en una lucha cotidiana sin perspectiva de mejorar, al contrario, los esfuerzos gubernamentales y civiles se han quedado cortos para responder a los diferentes sectores de la sociedad.
Diagnósticos y más diagnósticos, acciones de uno y otro lado, diálogos, concertaciones, préstamos, ayudas extranjeras, proclamas de valores, años internacionales de uno y otro, foros, conferencias, seminarios…. Sólo se nos ha olvidado preguntar: ¿quiénes tienen miedo?
Si logramos responder estas preguntas, podremos ahora enfrentarnos a nosotros mismos para descubrir que el origen de la mayoría de los miedos está en cada uno, porque al nacer sólo traemos dos miedos: a caernos y a los ruidos fuertes. Los demás los aprendemos en el entorno en donde nos desenvolvemos.
La sociedad de consumo ha logrado calcular buena parte de nuestra existencia. Los invito a ver las propagandas. En ellas encontramos el manejo más claro de nuestros miedos afectivos; la mayoría hablan de la necesidad de adquirir esto o aquello para triunfar en la vida.
Yo me pregunto: ¿Quiénes son los que necesitan nuestra inseguridad como seres humanos?
Con el dinero se compran muchas cosas pero no otras, y esas son las que realmente pueden ayudarnos a salir de la crisis.
En las Instituciones educativas vivimos la crisis en pequeño pero también en ellas tenemos la posibilidad de AYUDAR a ENFRENTARLA. Lo que requerimos los seres humanos es recuperar la CONFIANZA en cada uno para actuar como colectivo.
Las Instituciones educativas podemos convertirlas en espacios de aprendizaje permanente de todos los integrantes de la comunidad. En la medida en que empecemos por conocer lo que SOMOS, lo que POSEEMOS y NUESTRAS LIMITACIONES, podremos desempeñar cada uno nuestro papel y así ayudar en la CONSTRUCCIÓN DE UN MUNDO DONDE HAYA ESPACIO PARA TODOS como alternativa de superación de crisis.
La TOLERANCIA se adquiere cuando acepto que el otro vale tanto como yo.
Sólo necesitamos que cada SER HUMANO sea Él para que recuperemos la ESPERANZA.
MARGARITA BERNAL ACEVEDO