Hoy te vi, como otros días, atento, cuidadoso, cortés y sobre todo presente. Qué bueno, estás ahí para poder hablarte, para insinuarte un encuentro no casual.
Cuando me dices: ¿necesitas hablar? yo te digo sí. Quisiera me ayudaras a dilucidar algo, ya que con muchos he intentado y ninguno ha tenido la presencia que se requiere para ayudarme.
Seremos dos comunicándonos, sin interés más allá de lo corriente, por el momento.
Siento el dolor de la incomprensión, más mía que de los otros. Ellos están en su mundo, ellos manejan sus cosas y nada que ver con las mías.
Creo que estoy empezando a sentir algo por ese ser que ayer pronunció unas palabras que yo no había escuchado en boca de un hombre: “en la mujer no se puede mirar sólo su parte física, en ella hay algo más”.
Tengo miedo de vivir con esta enfermedad, de no ser capaz de controlarla, de que me dé en cualquier momento, de ser feliz, de encontrar un ser que me entienda y aún más, que me quiera.
Tu compromiso es sagrado, yo lo respeto y te admiro, pero no sé qué va a pasar entre nosotros…. Será esperar.