Amados hijos.

Esta mañana, como de costumbre, les hice la lonchera. En ella coloqué el jugo y las golosinas que tanto les gustan. Cuando salieron para la escuela sentí de nuevo ese orgullo de que hayan salido de mis entrañas, y a la vez la sensación de que ya no me pertenecen. Ahora no somos un solo ser sino TRES unidos.

Me fui para el Liceo a enseñar como lo hago desde antes que el mundo y yo los pensáramos. En el camino recordé el día que tuve que decidir en qué colegio estudiarían, y los deseos que sentí de colocar un tablero en la sala de la casa y enseñarles a mi manera, pero era indispensable que los llevara a un lugar donde los educaran, no como yo quiero, sino como se necesita.

El día en que nacieron, mi existencia se llenó de vida, de esa que a esta hora debe estar pintando sueños en una pizarra. Ya no dibujo nubes y, a veces, no tengo fuerzas para correr con ustedes pero me queda la seguridad de que han venido a acompañar la soledad de este hogar.

Cuando eran bebés traté de enseñarles muchas cosas, y algunas no querían aprenderlas; de alguna manera era su forma de decirme que no mirábamos hacia el mismo lugar, pero si en la misma dirección.

He descubierto, hijos, lo que SOY. Sería maravilloso haberlo hecho antes. No esperen de mí cosas, sino sueños. Les comparto estos deseos de seguir viviendo que ustedes sin saber me han regalado.

Cada mañana, cuando las noticias de la radio nos hablan de un mundo frío, siento deseos de levantarme para observar como duermen con esa paz que sólo encuentro dentro de ustedes. ¿Saben?, también tengo miedo, no de los fantasmas que aparecen en la oscuridad, sino de esas realidades que nos agreden y que intentan destruirnos.

La semana pasada no los dejé salir a jugar y me quedé triste porque estaban peleando. Deben descubrir que no siempre poseemos lo deseado y en la vida son más las cosas por ganar que las que nos regalan.

Se enojaron más cuando me fui con los compañeros de trabajo a una obra de teatro y no los llevé. Debían comprender que quería crecer, no sólo por mí sino por los TRES. Hicieron el mismo gesto que cuando les daba los medicamentos; estaban tan pequeños…. pero presentía que ustedes entendían que lo hacía por su bien.

Mañana decidirán a dónde quieren ir, y ese día, estoy segura, sabrán con certeza lo que harán. Esa será su herencia: unos seres humanos en todo el sentido de la palabra y lo que necesiten conseguir, vendrá a su debido tiempo.

Un día los di a luz, hoy la de ustedes me ilumina. Gracias hijos.

Julio 31 de 1991

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